PURO CUENTO
La vida transcurre en un ir y
venir de historias que vamos acumulando y guardando celosamente en nuestra
memoria. Nos reducimos entonces en meros cuentos de momentos vividos y pasados,
pero que brillan en nuestros recuerdos con un fulgor infinito y puro. Al mismo
tiempo, estos entrañables momentos vuelven a la vida cuando traspasan la
barrera de los pensamientos y se comparten con los demás, ya sea a viva voz, o
por la magia inmortal de las letras y la literatura. Muchos de esas historias han
sido vivencias, experimentos de la razón en un espacio y tiempo real, en cambio
otras, muy especiales, por cierto, son producto del parto exquisito de la
imaginación, de una rueda que no se detiene nunca, impulsada por la magia, la
fantasía y la explosión atómica de la locura.
Estas historias que hacen parte
de nuestra existencia individual se presentan al mundo de diferentes formas:
algunos se van por el camino largo, detallando sucesos, lugares, personas,
sentimientos, acontecimientos, etc. Con expresión sencilla y cotidiana, o con
el decorado sublime de la riqueza literaria. Manejan ritmos pausados, un andar
tranquilo sobre la llanura, y de repente, sobresale una montaña de emoción que perturba
la calma del mundo, precipitando el pulso, hasta encontrar otra vez, esa mansa
corriente de la estabilidad, aguardando la sorpresa de otro inesperado pico de
sensaciones. Otros, caminan con celeridad y fuerza desde el principio, llegando
directo al grano, al hecho, al motivo. Dejando al descubierto la intención después
de un muscular paseo por el relato, no sin despreciar el misterio, el suspenso,
la pasión y la riqueza de la forma en que se cuenta. También hay unos, que se
deslizan en la forma y coquetean con el fondo. Decoran la historia, la
embellecen, le marcan reglas, pautas, métrica y le dan alma. Un sentimiento en
cada frase, un latido especial en cada silaba, una gota de sangre y aliento en
cada letra.
Los anteriores son solo algunos géneros
literarios que se utilizan para contar una historia, dependiendo quizá del ánimo
del “contador” del suceso, y al mismo tiempo, de la intención de éste sobre los
efectos que su narración tendrá en la persona que recibe el relato, y que en
ese sutil y vaporoso momento recrea en su mente, haciendo suya la vivencia de
otro ser. Dándole colores a los sentimientos que otro le está contando, gestos
a los personajes, aromas a las situaciones, luz a los lugares y recordación con
latidos acelerados.
Por eso no importa si es una
novela, un cuento, o un poema. Al final es una historia que lleva una
intención, un mensaje y un mar infinito de emociones que se desborda a través de
nuestros ojos e inunda nuestra mente con un salino beso de imaginación y creatividad.
Es un sorbo acalorado de magia infinita, cascada diáfana de luz que moja nuestro
espíritu maltrecho, llenándolo de sensaciones alucinantes. Siendo la literatura
ese camino… largo, corto, real y ficticio al mismo tiempo. Puerta abierta a la
felicidad.
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