Hoy una vez más, y como en los últimos
15 tempestuosos días de este agosto interminable, desperté pensando en ti. ¿y cómo
no hacerlo? ... tu inesperada partida de esta tierra dejó un inmenso vacío que jamás
será llenado, lo sé. Pero el recuerdo mágico de tu existencia, y de tu extraordinario
paso por mi mundo brillará por siempre, más allá del sentimiento de congoja,
del tiempo que se esfuma, de la vida que avanza…y de la muerte misma.
Estos 15 días de un mundo opacado
por tu ausencia material, han ido transformando el ritmo de los latidos de mi
pecho, la forma en que recuerdo tus palabras firmes, tu voz de trueno, tus
hazañas en el mundo de la radio, y en tu maravilloso rol de abuelo. Han pasado
de ser sentimientos meramente tristes, llenos de dolor, arrepentimiento y en
algunas veces de rabia, a convertirse en un manso lago de melancolía, en donde
un suave viento de ternura y nostalgia impulsan sutilmente una balsa cargada de
reminiscencias.
Quiero recordar hoy con estas
letras que surgen del sentimiento profundo que me embarga, no al genio detrás de
los libretos de código del terror, la ley contra el hampa, casta de valientes y
demás obras que te hicieron figura en un medio ingrato que amaste con locura, incluso,
hasta el final de tus días. Ni a la
prodigiosa mente untada con un talento excepcional que machacaba la máquina de
escribir en un sinfónico abrazo creador de grandes y fantásticas historias. No,
mi memoria vestida con el grueso abrigo de la nostalgia se posa plácidamente sobre
aquel abuelo, padre y maestro. Esos recuerdos estupendos de una época pasada y
remota de risas infantiles y algodón de azúcar en el parque Suri Salcedo de nuestra
amada Barranquilla, vienen con imágenes perdidas de un color débil y pálido.
Con sabor a coca cola de la tienda, pan de bono del Ley de la 72, y confites
infinitos que salían todas las tardes del bolsillo de tu camisa. Llegan a mi
mente maltrecha con un perfumado aliento a tinto y cigarrillo de las oficinas
de caracol radio donde “regalaste” parte de tu imaginación y tu talento, y
donde me llevaste algunas veces a ser partícipe de la materialización de tus
sueños. Estos recuerdos desteñidos por el andar exasperante e inclemente de los
años en la superficie de mi vida, con boleros, rancheras y vieja música tropical
como melodía de fondo, están saturados por la ternura, el amor, por tus enseñanzas
y consejos. Como aquella noche remota de un domingo olvidado, en cercanías de
una pequeña tienda a orillas de la carrera 46, cuando me dijiste con tono enérgico
y con la amplitud de tu portentosa voz: “Te
tiene que ir bien el colegio, siendo hijo de quien eres, y más aún, siendo
nieto de quien eres” suavizaste luego el regaño con una sonrisa, una coca
cola helada y una historia de terror de la vieja Barranquilla.
Siempre recordaré tu figura en tu
habitación en Plazuela del Carmen, de espaldas a la puerta, sentado al borde de
la cama, escuchando grabaciones de tus programas viejos. Devolvías la cinta una
y otra vez escuchando apartes de tu enérgica voz. Yo seguía en la distancia todos
los movimientos en tu “sagrada comunión”, sin que advirtieras mi presencia y yo
sin saber el porqué de aquel extraño ritual. Solo disfrutaba de aquel ferviente
acto y me gustaba pensar que, en ese inmaterial instante, yo era el único oyente
de tu programa de radio, y que tenía en exclusiva, la espectacular esencia de
tu talento y creatividad. También recordaré aquellas tardes de brisa fresca
cuando iba a visitarte en Discos y licores, uno de mis lugares favoritos en
todo el mundo en esos días infantiles. El trayecto por la 72 y su ajetreo
constante, el bullicio de los vendedores ambulantes, los almacenes de ropa, los
diversos olores a gasolina quemada y arepa asada. Pasar la tarde escuchándote hablar
con los clientes y amigos sobre la música de oro de tiempos mejores y de aquellos
maravillosos artistas sepultados por el olvido de los años, mientras acababas con
vehemencia con el termo de tinto y la caja de cigarrillos. Aprendí a amar esa arcaica
música de otra época gracias a ti, gusto que aún conservo y que tendré toda mi
vida, con todas las valiosas enseñanzas y datos relevantes que nos dejaste para
disfrutar esas obras y artistas, más allá de la melodía misma, a un nivel
superior.
Tu presencia siempre fue una constante
en mi existencia, tus historias de espantos, tus anécdotas radiales, tus peleas
con figuras de la televisión, de la radio y de las letras. O con cualquier
pobre cristiano que te discutiera algo con pocos argumentos … te lo comías vivo
con datos, fechas, lugares y citas exactas. El hecho de cumplir años un día
antes que tú, nos daba cierta complicidad a la hora de las felicitaciones
correspondientes, siempre terminaba la llamada diciéndote: “gracias por llamarme ñoño, mañana te llamo yo a ti”. Ahora se me
arruga el corazón saber que más nunca haré esa llamada el día después de mi
cumpleaños, o por lo menos no de la forma acostumbrada con los medios de
telecomunicaciones de este mundo, sino con el pensamiento y el corazón con sus
latidos como tono. Mis manos no volverán a tocar las tuyas, ni sentiré nuevamente
el calor de tus abrazos y besos en la mejilla. Porque partiste definitivamente
de este mundo, Dios te llamó a su regazo para animar con tu gracia e imaginación,
en otro plano espiritual, en la eternidad, con un programa radial que no
acabará jamás.
Termino este sincero escrito
elevando con amor mis manos al cielo, para agradecerte por todo lo que en vida nos
diste, por tu esfuerzo y trabajo en momentos de crisis; por tu sangre y tus
genes. Por regalarme la dicha de tener, al igual que mi padre, tu nombre, y poder
habérselo dado a mi primogénito. Y como me lo escribiste en aquel hermoso poema
de antaño: “Soy lo prolongación de tu existencia”. Y viviré de la mejor manera
posible, para que donde estés te sientas orgulloso de este nieto, que en
silencio te amo, te admiró y respetó, y te seguirá amando, admirando y
respetando … siempre.
Alvarito, haré una confesión publica: cada vez que siento la necesidad de abrazar el recuerdo de mi papá, vengo a esta publicación tuya y la leo...es como viajar al pasado y volver a vivir esos días felices. Tu post con su perfecta sincronía en tiempos, lugares, acontecimientos y aromas hace posible el milagro. En un día como hoy ha vuelto a rescatarme del inmenso vacío que ha dejado en mi alma la ausencia de tu abuelo. Gracias sobrino. No dejes de escribir, lo llevas en los genes.
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