lunes, 31 de octubre de 2016

OJOS AZULES, Presencia enloquecedora (Final)



PARTE FINAL





Recuerdo el día en que visité la casa de Orlando. El sol emanaba un calor tan intenso como ningún otro día de ese mes. Estaba en el carro, parqueado frente a su casa con un temor singular por conocer la verdad. La casa a simple vista parecía estar deshabitada, pero me di cuenta que las ventanas se encontraban abiertas y se escuchaba a lo lejos la melodía de una balada. Me bajé del auto sin mucha prisa y me dirigí a la puerta de la casa. Toqué el timbre y esperé, quizás unos cuantos segundos, pero no hubo respuesta. Volví a tocar el timbre y mientras seguía en mi angustiosa y sofocante espera, recordaba aquellos momentos cuando Orlando era un frecuente visitante de mi consultorio, de aspecto lánguido y rostro que plasmaba una interminable agonía y dolor. Un hombre de no más de 30 años con una importante enfermedad que comprometía sus pulmones. Pero mi rápido viaje a través del tiempo fue interrumpido por la puerta que se abrió: 

- ¡Doctor pero que sorpresa! – dijo mi antiguo paciente evidentemente contento.

Su aspecto no había variado mucho luego de varios meses desde la última vez que nos vimos, cuando me entregó el cuadro, a excepción de su mirada que se notaba claramente llena de vida. 

- ¿Que lo trae por acá doctor? Vamos pase, ésta en su casa – me dijo con tono familiar 

- Muchas gracias Orlando – dije mientras cruzaba la puerta.


Siempre he sido consiente que la relación entre un médico con su paciente se desarrolla mucho más rápido y de manera franca y honesta que la de dos amigos cercanos. Conocía muchos detalles de su vida, como el fracaso de su matrimonio, pero a pesar de esto, no podía dejar de sentirme incómodo. Supongo que siempre me he sentido incómodo con cualquiera. 

Me senté en el sofá de la sala ocultando la ansiedad que estaba por desbordarse a ese punto de la visita. Él se me acercó y me ofreció un café, pero dije cordialmente que no. Le pregunté cómo iba su salud, a lo que respondió.

- Muy bien doctor. Gracias a usted puedo seguir con mi vida –

No respondí nada. No tenía ánimos de seguir una charla que no llevaría a nada ni mucho menos la fuerza para fingir una respuesta cordial. Estaba destrozado mentalmente en ese punto de mi vida. Simplemente me quedé allí, mirando a un vacío en mi mente y esperando la respuesta a una pregunta que ni siquiera me había animado a formular. 

- Doctor ¿qué le pasa? – Dijo él con un tono más serio

La pregunta era sencilla para responder, pero difícil para pronunciarla. En ese punto pude darme cuenta que la mujer del cuadro no solo controlaba mis emociones, sino también manipulaba mi mente. Con gran esfuerzo pude sacar las palabras que tanto deseaba pronunciar.

- ¡el cuadro! –

- ¿el cuadro? – dijo él mientras se inclinaba hacia adelante

- Si, el cuadro que usted me dio hace tiempo, ¡hábleme de él! –

Miré la expresión de su rostro y esperaba ver plasmada la viva imagen del misterio, pero fue todo lo contrario. El hombre sonrió y tomó un sorbo de café y se quedó allí mirándome con esa sonrisa que me resultaba imposible descifrar. Se levantó de la silla en la que se encontraba, justo al frente mío y dijo: 

- Mi abuelo solía llamarla “la reina desnuda – pausó – Según cuenta mi abuelo, ese cuadro lo pintó un viejo amigo suyo de la escuela. No recuerdo su nombre, creo que era algo como “Joselito” no estoy seguro, pero sé que era un estupendo pintor. Y bueno ese cuadro le fue obsequiado a mi abuelo como una muestra de afecto. Significaba mucho para él, desde entonces, ver ese cuadro colgado en la sala de la casa – 

Me resultaba difícil creer esa historia y me pareció raro que me regalara el cuadro, a pesar del valor emotivo y sentimental que tenía

- ¿Y entonces por qué me regaló el cuadro? – Pregunté, atento a la expresión de su rostro.

- Doctor, usted salvó mi vida y estoy enormemente agradecido. No sabía cómo pagarle, así que decidí entregarle algo que tuviera un enorme valor sentimental para mi familia y para mí – 

Sus ojos se cristalizaron y dio media vuelta para ocultar sus lágrimas. Por un momento pude sentir una paz interior, aquella que había perdido hacía algún tiempo y me limité a decir: 

- Es usted una persona muy amable y sincera. Muchas gracias –

- Gracias a usted doctor – dijo mientras giraba su cabeza hacia mí 

Era imposible encontrar malas intenciones en sus acciones. No descartaba la posibilidad de que estuviera mintiendo, pero sus palabras resultaron convincentes. Entonces rondó por mi mente un pequeño detalle de gran importancia: El pintor del cuadro. 

- ¿Y sabe usted que es de la vida del autor del cuadro? - 

- Se suicidó – dijo – lo encontraron sentado en una silla en medio de su taller, con un tiro en la cabeza y sosteniendo aún el revólver con su mano izquierda- 

- Ya veo – dije con cierta satisfacción, como si aquella respuesta explicara todos los sucesos diabólicos que rondaban en torno a ese cuadro. 

- Dicen que fue por problemas económicos – continuó – pero sospecho que había algo más que lo condujera a tan aberrante final-

- ¿Por qué lo dice? – Pregunté. 

- Lo conocí muy poco, pero siempre me pareció un hombre extraño. Y desde niño siempre me dio la impresión de estar obsesionado con sus cuadros. Le obsesionaba que las miradas de sus personajes fueran perfectas, pero, en fin, solo estoy diciendo locuras –

Estuve a punto de decirle todo lo que estaba ocurriendo en mi casa, pero algo me detuvo. Quizás el temor de ser visto como un desquiciado se imponía sobre mis actos. Quería creerlo. 

- ¿Sería mucha molestia si pudiera ver una vez más el cuadro de mi abuelo?– dijo, deteniendo el caos que se generaba en mi cabeza 

Sin titubeos le dije que sí, y ambos nos embarcamos en el auto directo a la “casa del horror” 

En el camino fuimos conversando sobre el partido de futbol del día anterior, el cual no había visto pero sí había escuchado comentarios en la radio. 

Llegamos a la casa y tan pronto cuando nos bajamos del auto, pude sentir ese aire de tristeza y sufrimiento que tanto me enfermaba. Entramos a la casa y de inmediato se pudo ver el cuadro, glorioso a la vista de todo el que entrara, resplandeciendo el lugar y ocultando su terrible y demoniaco secreto. Orlando se quedó allí, en el umbral de la puerta observando detenidamente el cuadro, como si fuera la primera vez que lo hubiera visto. Se acercó lentamente, a paso hipnótico, sin quitarle la vista. Yo me limitaba simplemente a observar sus acciones. Y de repente se detuvo a mitad de camino, volvió su mirada hacia mí y sonrió. Era una sonrisa plena, como si su felicidad estuviera completa. Me extrañó mucho su mirada, por lo que le dije:

- ¿Qué ocurre? –

- No es nada – respondió – simplemente había olvidado esa mirada-

Sus palabras fueron como una estaca directamente clavada al corazón. No entendía el sentido de sus palabras, no comprendía nada. Mi mente quedó en blanco y sin capacidad de razonar. 

Orlando se acercó a mí y colocó su mano derecha en mi hombro izquierdo y me agradeció por permitirle ver el cuadro de su abuelo y que era hora de marcharse. Le dije instintivamente que lo llevaba a su casa, pero dijo:

- Está bien doctor, no se preocupe. Yo caminaré hasta mi casa…. Me siento con ánimos en esta mañana- 

No lo detuve, no pude hacerlo. Simplemente lo vi irse y perderse entre las personas, volteando su mirada una sola vez para decir adiós.



Aquel martes de septiembre fue particularmente aterrador. Mi familia ya me había abandonado hacía un par de semanas y desde entonces me sentía desprotegido ante esa fuerza demoniaca que cada día se adentraba más y más en mis emociones. Regresaba a casa a altas horas de la noche evitando estar en lo más mínimo con esa mujer merodeando por doquier. Me quedaba un par de horas más en el consultorio haciendo cualquier cosa que me ocupara la mente, o simplemente me iba a la tienda de la esquina a esperar que el tiempo recorriera su camino, tomando un par de cervezas y en ocasiones entablando una conversación con el dueño de la tienda. Tan pronto como llegué a esa espeluznante casa del horror, pude verla ahí, con todos los focos apagados. Era total la oscuridad, así como el interior de mi mente. Me quedé un par de minutos en el interior del auto, tomando fuerzas para entrar a “mi hogar” y poder dormir. Por más extraño y contradictorias suenen mis palabras, aquel cuadro se había apoderado por completo de mí. Dependía de él y me atormentaba en cada momento de mi vida. Estaba adicto a esa mujer de ojos hermosos y demoniacos. Transcurrieron unos diez minutos, tal vez más, hasta que pude bajarme del auto y entrar a la casa. Me dirigía lentamente con las llaves rebozando en mis manos y cuando estuve en la puerta, preparé mis oídos para escuchar una vez más esa melodía que no tenía origen alguno. Entré a la casa y todo estaba oscuro y sorpresivamente en silencio. Sentía más temor como ningún otro día. No sabía qué se podía esconder entre las cortinas de soledad y oscuridad que se alzaban ante mis ojos. Rápidamente busqué el encendedor de la lámpara que estaba a no menos de unos cuantos centímetros de la entrada, hasta que por fin lo encontré. La luz se encendió, cegándome con su resplandeciente luminosidad. Dejé caer el bolso que llevaba colgado en mi hombro derecho y di unos cuantos pasos hacia adelante hasta llegar al pie de la escalera. Tenía mi vista puesta en el suelo, y tan pronto la alcé estuve al frente del cuadro. Mis ojos no podían creer lo que era testigo y pronto la angustia y el temor se hicieron casi palpables; la mujer no estaba en la pintura. Una simple imagen de una habitación adornada con la Venus del espejo se había convertido aquella obra que deslumbraba a visitantes y atormentaba mi vida. Pronto un río de lágrimas recorría mi rostro y caían impregnándose en mi camisa. Con un movimiento agresivo, giré mi cabeza hacia la derecha, donde estaba el comedor y no vi nada. Rápidamente di un giro hacia la izquierda, directo a la sala, y pude presenciar a lo lejos, sentado en un sofá, entre penumbras y dándome la espalda, la silueta de una persona. Quedé petrificado, mirando lo que quizás sería la viva imagen de la locura. El temor se desvaneció, las lágrimas desaparecieron de mi rostro y solo quedó un ente vacío en un cuarto penumbroso. Sin ser consciente de lo que hacía caminé directo a lo que podría ser mi final. Solo podía distinguir la silueta de su cabeza, y pude notar el castaño de su larga cabellera. Me Detuve a unos cuantos pasos de lo que ya estaba seguro de que era la mujer del cuadro, y me quedé observándola. Quería tocarla y comprobar que era real lo que estaba siendo testigo, pero una fuerza mayor a mi cerebro detuvo mi brazo. Sin darme vuelta y sin quitarle los ojos de encima a la presencia fantasmagórica caminé hacia la puerta de la casa tan lentamente sin hacer ningún ruido. Di un último vistazo y cerré la puerta y me encontré aplacado por la luz de la luna situado en un rincón apartado del cielo. Mis piernas no podían sostener más el peso de mi cuerpo, y pronto caí rendido al suelo sin fuerzas ni siquiera para gritar. Me quedé derrumbado en el asfalto y esperé tranquilamente hasta perder la conciencia y caer rendido a lo profundo de mis sueños.


La mañana siguiente desperté con un terrible dolor cervical, el cual impidió que me levantara rápidamente del suelo. Sin poder siquiera comprender y analizar aquel inusual suceso de la noche anterior, entré con mayor tranquilidad a la casa y pude ver el cuadro, colgado en la pared de la escalera, con la mujer posando su mirada a mi destrozado ser. Todo tipo de emociones afloraron a partir de esa última mirada que lanzó con aquellas malas intenciones. El miedo pronto fue disipándose y dio lugar a una ira incontenible que encendía el más puro odio que jamás había sentido por algo o alguien. 

- ¿Qué miras? – dije a la mujer del cuadro con un tono de voz alto

La mujer se quedó ahí, sin darme respuesta alguna y solo mirándome con esos hermosos ojos azules.

- ¡Maldita sea! ¿qué quieres de mí? Me quitaste todo lo que quería y amaba y me dejaste abandonado, por favor dime ¿qué carajos quieres de mí? – 


Pero aquella dama de exuberante cuerpo y hermosos ojos azules, permanecía estática, mirándome fijamente a los ojos. En un arranque de locura mezclada con odio y enojo acumulado a lo largo de intensos meses cargados de miseria y dolor, corrí hacia las escaleras, tomé el cuadro y de un golpe rompí la pintura en pedazos. Sin quedar satisfecho y con el odio hirviendo la sangre en mis venas, tomé lo que quedaba del cuadro y salí de la casa. Arrojando los restos a la mitad de la calle, tomé el carro y pasé una y otra vez encima de ellos hasta ver los restos esparcidos en el asfalto. Detuve el auto en la mitad del camino y me bajé con mucha prisa hasta caer arrodillado en el agrietado suelo. Grité con una fuerza que provenía de lo más profundo de mi corazón:

- ¡Por fin te has ido puta! – 

Y quedé arrodillado en la mitad de la calle, rodeado por varios vecinos curiosos que no ocultaban su cara de temor y asombro al ver mi rostro desquiciado de victoria……


Han estallado varios amaneceres después de la destrucción física de aquella pintura del infierno, pero aquellos ojos azules siguen mirándome en las noches. A pesar de haber destruido por completo ese cuadro, no he podido sacar de mi mente esa mirada encantadora, perversa, malvada, delirante……. Pero eso acabará pronto. Con el revólver que sostengo en mi mano izquierda terminaré finalmente con mi sufrimiento, y pronto me hallaré en una bolsa plástica con los sesos desparramados y una sonrisa victoriosa plasmada en mi rostro.





FIN



Un cuento de:
Miguel Ángel Ruiz Reyes

jueves, 27 de octubre de 2016

EL CARNICERO DE KRYPTON (Segunda parte)




SEGUNDA PARTE




 - Tenemos información de último momento en la zona verde con la situación de rehenes. Vámonos de inmediato con nuestro compañero William Thompson, en directo para MNN. Cuéntanos Bill que está pasando exactamente. ¿Hay algún avance?

- Así es Tom, seguimos aquí en la zona verde, exactamente a 1800 metros del edificio del Banco central de Metrópolis, límite de los cordones de seguridad del ejército. Nos ha llegado información sobre la situación que es noticia en todo el mundo. El secuestro de 254 rehenes en manos de “El Kryptoniano, o El carnicero de Kryptón” antes conocido como Superman. El bandido se ha comunicado con los negociadores del departamento de policía, exigiendo hablar personalmente con la reportera del diario El Planeta, Lois Lane, con quien al parecer tuvo una relación sentimental hace un par de años. Según fuentes del gobierno, el Kryptoniano además de la presencia de Lane, solicitó un camarógrafo y al fotógrafo del diario El Planeta Jimmy Olsen. Al parecer Tom, el infame secuestrador va a conceder una entrevista en vivo y en directo en pocos minutos.

- ¿Bill, para acceder a esta petición la policía realizó algún tipo de negociación con el secuestrador, entrega de rehenes por ejemplo?

- Así es Peggy. El Kryptoniano va a entregar a 50 rehenes, 40 mujeres y 10 hombres, todos de la tercera edad. Una vez soltados los rehenes, se hará el ingreso de los periodistas.

- ¿Se sabe algo del procedimiento de salida y entrada de las personas en cuestión, es decir, se tendría que desactivar temporalmente el casco de seguridad?

- Tom, es imposible desactivar la barrera de Kryptonita, según nos ha manifestado un representante del ejercito, cualquier instante sería aprovechado por el bandido para escapar, o peor aun, para lanzar un terrible ataque a la fuerza pública. Por eso se mantendrá activada todo el proceso y hasta que la situación esté controlada. Por otra parte, para los seres humanos no es perjudicial este compuesto, por lo tanto, lo podrían atravesar sin que esta capa verde luminosa les ocasione daño alguno, tanto a los rehenes que salen, como a los periodistas que entran. Por lo pronto es todo en la ciudad de Metrópolis. Les informa desde la zona verde, William Thompson, para noticias MNN. Sigan en estudio Tom y Peggy.

- Gracias a ti Bill por esa importante primicia informativa, que los televidentes han podido conocer gracias al esfuerzo técnico y periodístico de noticias MNN, quien lleva la información de primera mano, desde la zona verde, lugar de los hechos, hasta la comodidad de sus hogares.

- Tom y el mundo sigue pendiente de este importante hecho de interés general. Recordemos que El Kriptoniano ha realizado hechos delictivos en los países más poderosos del planeta, repartiendo dolor y muerte a su paso. Igualmente llevándose enormes cantidades de dinero y joyas en cada golpe.

- Peggy nos informan que ya se está realizando el canje de rehenes en el Banco Central, vamos de inmediato al lugar de los hechos con nuestro compañero William Thompson. Adelante Bill cuéntanos que sucede en este momento y como se está llevando a cabo la entrega.

- Tom, efectivamente y con ayuda de la policía y el ejército se está llevando a cabo el procedimiento de canje de rehenes, por el personal periodístico solicitado por el criminal. Debido a los múltiples anillos de seguridad y el férreo cordón militar de la zona verde, no podemos tener imágenes de la liberación de las 50 personas de la tercera edad, 40 mujeres y 10 hombres. Vamos a esperar imágenes de los helicópteros militares autorizados para el cubrimiento de los acontecimientos desde el aire. Continúen en estudio Tom y Peggy.

- Gracias Bill estaremos pendientes de las imágenes de los helicópteros militares, mientras tanto tenemos en línea al General del ejército Richard Murphy, comandante de las fuerzas militares. Buenos días general está en vivo de costa a costa por noticias MNN le habla Tomas Andrews. El mundo lo escucha.


- Malditos periodistas, como siempre metiendo sus narices en todo. Arlequines de la información, eso son. Gozando como nadie éste “espectáculo” de sangre. ¡Apaga nuevamente esa estúpida caja Will!

- Como usted mande señor Superman

- Llámame mejor Kryptoniano. ¿Así es como todos me conoces ahora verdad? O mejor díganme asesino, criminal, bandido, ladrón, o como escuché esta mañana: ¡el carnicero de Kryptón! Es increíble, después de todas las veces que les salvé el trasero, ahora soy un carnicero, jum. ¿Tú qué opinas Will, soy un carnicero?

- No señor, usted no…este… no es eso que dicen, para nada

- ¡Gusano cobarde! – Gritó – ¡por primera vez ten valor y dime en la cara lo que crees! ¡Distínguete del resto de los de tu raza! Cobardes por naturaleza.

- Señor soy solo un simple guardia de seguridad, tengo una familia y…

- Si, si estúpido, también tienes hijos pequeños, yo sé me lo has repetido muchas veces mientras te meas de miedo en los pantalones. ¡Qué patética especie!

Al terminar la frase sopló con fuerza formando una poderosa ráfaga de viento que golpeo directamente a Will arrojándolo por los aires a varios metros de distancia.

- Insectos. Sólo insectos son para mí. Con todo y sus lucecitas verdes. Párate Will, límpiate el trasero y vuelve a tu sitio. Necesito ahora que los “insectos” que seleccioné se levanten y se vayan lo más pronto de mi vista. Salgan por la puesta principal y no miren atrás. Tú, Peter, amigo, informa a los militares que, si Lois Lane no entra en 5 minutos junto con las demás personas, mataré a una mujer. ¿Entendido?

- Si señor carnicero, yo le informo.

- ¡Ja Pete!, así se hace, por eso eres mi favorito. Saca tu regordete trasero de aquí. ¡Muévete!

Los 50 temerosos ancianos recuperaron la vitalidad de años anteriores y partieron de inmediato del salón de reclusión, aun con sus arrugados rostros pringados por el rancio verdín del miedo. Mientras los 204 restantes aguardaban por el milagro de salvación, aunque en el fondo sabían que desde que escucharon un estruendo y vieron la puerta de acero de la entrada volar por el aire a las 9:53 de la mañana, hora exacta de la arremetida de Superman contra el Banco numero 10 de la semana, ya su destino estaba condenado al sufrimiento, pues ese sanguinario ser de otra galaxia había perdido los riendas de la razón, dejando a la locura cabalgando sola en la pradera interior de su mente enferma.
El segundero del reloj central del banco no había conseguido alcanzar la quinta vuelta cuando los tacones de Lois y los pasos timoratos de sus acompañantes partieron la lámina de silencio en el recinto, atrayendo la mirada azul y cansada del secuestrador.

- Lois, encantado de verte. Lástima que sea bajo esta incomoda circunstancia. ¿No crees?

- Pienso lo mismo. Por lo menos con lo segundo.

- Como siempre, enseñando tus uñas. Hay personas que nunca cambian. ¿Hola Jimmy, como va todo hermano?

- Ojalá pudiera decir que bien, Superman.

- Tranquilo amigo, las cosas van a mejorar aquí, por lo menos para ti. Créeme.

- Disculpa si interrumpo, pero para que nos hiciste llamar. ¿Qué quieres de nosotros?

- Ah, cierto, lo olvidaba. Ahora soy un criminal que hace peticiones y mantiene al mundo bajo la sombra del terror. Bueno, quiero concederte mi última entrevista. Sé que después de un año… algo diferente podríamos afirmar, todas las personas quieren saber que le ha pasado a su mascotica, a su salvador, a su héroe. Y bueno, quien mejor que tú, mi periodista de cabecera. La que temblaba bajo mi miraba de rayos X en aquella primera entrevista. ¿Lo recuerdas?

- Jamás la olvidaré. Esa vez temblaba de emoción. Ahora lo hago de pavor.

- No te preocupes linda. El viejo Superman no te hará daño. Si algo llega a suceder es por la manada de idiotas con armas que se encuentra afuera. Quienes cayeron tan bajo, pero tan bajo, que acudieron al peor criminal del planeta. Lex Luthor.

- El peor criminal del planeta eres tú, no lo olvides.

- Cierto, cierto…ahora soy el Kryptoniano, el bandido, el carnicero. Sigo teniendo los mismos poderes y ya no soy el “Súper hombre”. ¿Qué cosa más rara no crees? No me respondas por favor, déjalo para tus pensamientos. Más bien ubícate donde quieras, dile a tu camarógrafo que haga un paneo del lugar, que enfoque a los rehenes y después comenzamos con la entrevista. Ojalá hayas preparado buenas preguntas, porque si sobrevives hoy, también lo hará tu carrera. Jimmy, mi mejor ángulo por favor, que no se noten las botas rotas, ni la cara sucia. Gracias.

- Tom y Peggy tenemos las imágenes de los 50 rehenes saliendo por la puerta delantera del Banco, es increíble, son personas de avanzada edad, pero corren como jovencitos. Ahí vemos a Peter Tisdale, quien al parecer sirvió al secuestrador para llevar el mensaje de hacer ingresar en menos de 5 minutos al personal periodístico solicitado, bajo la amenaza de asesinar a una mujer, si se superaba ese tiempo.

- Es increíble Bill tal grado de maldad de este sujeto. Por eso su alias de “El carnicero de Kryptón”. Pero como están los rehenes, cual es su estado de salud ¿hay algún herido de gravedad?
- Peggy al parecer todos están en buen estado, algunos de ellos aquejan algo de dolor, tienen unas contusiones leves, y principalmente afectaciones emocionales, pero ya están en estos momentos bajo observación médica y psicológica. Esperamos que en pocos instantes el mundo entero observe la entrevista de Lois Lane al villano de Kriptón.

- Así es Bill gracias por su información estaremos pendiente de cualquier novedad suya en la zona verde, de igual forma esperamos que en pocos instantes, podamos tener las imágenes del interior del banco, donde nuestra colega periodista Lois Lane, se prepara para entrevistar al secuestrador extraterrestre.


- Mira la cara de borrego de Tom Andrews, Bob. No te parece sencillamente una exquisitez la manera como finge angustia, preocupación, dolor. Cuando es el principal espectador de este decadente show, gozando sin pudor por ello. ¿Lo ves?, ¿lo ves Bob?

- No veo nada Lex

- Es porque eres un crédulo, y un completo estúpido. Te devoras con deleite todo lo que la prensa te entrega.  ¿No sabes acaso que la información es manipulada por lo medios? ¿Ah Bob no lo sabes acaso? El idiota de William Thompson, el enérgico y “valiente” reportero de noticias MNN aseguró que las autoridades habían hecho un trato con el “Terrorista” Alexander Joseph Luthor – Tú servidor – para entregar la preciosa información del prototipo generador del campo “anti estúpido volador”, si Bob, ese es el nombre de esa maravillosa máquina que los malditos federales me arrancaron a golpes y torturas. Usando su suero de la verdad y choques eléctricos. Si Bob, soy inmune a eso, lo sabes. Pero por otra parte, si esa manada de gandules me ahorran la tediosa tarea de acabar con ese encapotado hombre de traje azul, sería más fácil para mí lograr mis planes de dominación mundial, óigase bien, de dominación, no de terrorismo Bob.

- ¿Y qué tiene que ver Bill Thompson en todo esto Lex?

- Mucho Bob, más de lo que te imaginas. Bueno, de hecho, sirvió de puente entre los federales y yo. En sus muchas intervenciones, ese estúpido reportero descubrió algo sobre la Kryptonita. Es más, lleva siempre un fragmento en el bolsillo de su pantalón desde que Superman se volvió loco. Y sabes Bob, él estuvo presente en los “interrogatorios”. Como gozó al verme con la cara en el infesto retrete lleno de excrementos, orines y quien sabe que desperdicios mas. Estos granos no son gratis Bob, no lo son. Así que como te he demostrado mi querido amigo, la información de la supuesta negociación en la rebaja de mi pena, es una falacia, una vil mentira, o como te he dicho al comienzo de mi intervención, una simple manipulación de los medios. Pero Bob, lo que no sabe ese inútil de Bill Thompson es que ese pedazo de Kriptonita en el bolsillo de su pantalón no va a evitar que le meta la cara completa en un retrete con mis excrementos y mis orines Bob, cuando salga de aquí, muy pronto.

- ¡Cállate Luthor, de aquí solo sales muerto!

- Por eso digo, mi estimado guardia, Bob y yo sólo salimos muertos, ¿cierto Bob?


- Lois ya está todo listo, salimos en 5 segundos.

- Gracias Mark, ya estoy preparada.

Lois no dejaba de mirar a ese hombre desgastado que tenía enfrente. Su aspecto descuidado y sucio la hacía temblar. No quedaba sombra de ese individuo de aspecto pulcro y superior que la devastaba con una simple mirada y la remataba con una blanca sonrisa. Dientes tan blancos como los de él no vio jamás. Ahora parecían pardos, desalineados, y no supo si era la impresión por sus feroces actos, pero apreció rastros de sangre en la comisura de sus labios agrietados. No podía ser suya, pues él nunca sangra, a menos que se haya estrellado de cara con la barrera electromagnética de Kryptonita. No, simplemente no podía ser suya, es más, ese ser malvado y lúgubre no podía ser el mismo que la salvó en numerosas ocasiones de la muerte, y que la llevó a flotar literalmente por el cielo como nube por el amor que sentía, que mas adelante descubrió que no era más que una enfermiza obsesión, una absurda devoción. Nada cercano al amor. Un día desapareció de su vida, él más nunca la buscó. Ella tampoco lo hizo, sencillamente no sabía dónde, y se dedicó a esperarlo en la terraza de su departamento. Pero jamás volvió a escuchar el aleteo de su capa colorada. Un día se lanzó al rio con la esperanza de que su héroe atravesara las nubes y rayara el cielo con su vuelo fugaz para sumergirse en las heladas aguas del rio para salvarla una vez más de la muerte. Pero no apareció. Jamás lo vio personalmente hasta el día de hoy, cuando se dio cuenta que nunca más lo volvería a ver, pues ese ser maligno con traje azul ya no era él, y nunca más lo volvería a ser, mucho menos después de la entrevista que acababa de comenzar hacía unos segundos, y ella permanecía con su mirada perdida en sus más hermosos recuerdos de Superman.





CONTINUARÁ...

Espera el próximo jueves la parte final del cuento.


ALVARO RUIZ REYES
Copyright © Alvaro Ruiz Reyes

lunes, 24 de octubre de 2016

OJOS AZULES, Presencia enloquecedora (Parte I)



Comparto con ustedes éste espectacular y espeluznante Thriller psicológico, escrito por mi hermano Miguel Ángel Ruiz. ¡Que lo disfruten! 


PARTE I




El chirrido del mecedor en el que me encuentro sentado me tiene al borde de la desesperación, pero más que nada, la soledad me tiene al borde de la locura. Todo gracias al cuadro que había recibido como obsequio de un paciente, hace ya más de 4 años. A pesar de haberlo destruido, su imagen sigue perturbándome, y hasta el día de hoy, en el que pienso acabar con mi soledad, recuerdo el día en el que llevé a casa el cuadro que me acabaría por completo.

Era un lunes 13 de abril y recuerdo con exactitud el fuerte viento que concurría. Los arboles de la calle se mecían agresivamente dando la impresión de que se desprenderían de la tierra en la que habían nacido. Regresaba a la casa, dichoso de haber escuchado las palabras de agradecimiento de un paciente, y sobre todo, el “regalo” que me había dado. Era obvio que se trataba de un cuadro. Estaba envuelto en papel periódico, haciendo que no se apreciara la imagen que se encontraba ahí. El paciente, cuyo nombre no quiero mencionar ahora, me sugirió que mirara el cuadro, pero no accedí. Quería verlo junto con mi familia y así detallarlo junto con ellos. En fin, regresaba a casa en el automóvil que había comprado hace un par de meses junto con el misterioso cuadro que tanto ansiaba observar. Al llegar a casa, salí rápidamente del carro y me dirigí hacia el baúl en busca de la obra de arte. Cuidadosamente lo saqué del carro y lo sostuve fuertemente en mis brazos, para que no se me escapara debido a la fuerza del viento. Rápidamente me dirigí hacia la puerta de la casa y entré. Ya adentro, escuchaba las voces de los niños y un tenue sonido de la guitarra de mi hijo mayor se oía a lo lejos. Caminé hacia la sala y apoyé el cuadro en la pared. En eso mi esposa Karen apareció:

- Qué bueno que llegaste. La cena está casi lista- posteriormente me dio un beso

- Que bien, pero antes quiero mostrarte algo. Es un regalo que me dio un paciente- 

Giré mi cabeza, y señalándole el cuadro le dije:

- Mira, ahí está-

- Pues vamos a descubrirlo, ¿qué estamos esperando? - me dijo con cierta emoción 

Los dos nos arrodillamos en el suelo, y comenzamos a partir el papel periódico que cubría el cuadro. Con emoción destrozaba el papel, y por un momento recordé me niñez, cuando me despertaba en ese 25 de diciembre a ver los regalos que había traído el niño Dios. Lentamente la imagen se dejaba ver. Observé unas gruesas piernas y un piso ajedrezado. Con emoción, seguía destrozando el papel, hasta que la pintura se vio con claridad. Quedé maravillado con la imagen que estaba en frente de mis ojos. Era una mujer semidesnuda de fascinante belleza con muslos exageradamente gruesos que aumentaban curiosamente la exuberancia de su hermosura. Se encontraba apoyada en una pared, posando de manera sensual para el misterioso pintor del cuadro, invisible a la vista de todos. Atrás, no muy lejos de ella, se distinguía el famoso cuadro de “La Venus del espejo” de Velázquez, pero más que nada quedé sorprendido por su mirada sensual, pero a la vez malévola. 

- Pero está muy bonita la pintura- me dijo Karen mientras detallaba el cuadro

- ¡Opino lo mismo! -

- ¿Pero en donde lo colgamos? - dijo mientras miraba a su alrededor

Comenzamos a mirar a nuestro alrededor buscando el sitio indicado para colocar el cuadro. Mi vista se fijaba en posibles lugares en donde podría lucir, pero ninguno era lo bastante digno como para colocar tan semejante belleza, hasta que mis ojos localizaron el sitio perfecto. Se trataba de la pared de las escaleras, ideal para que fuera visto por los huéspedes y demás personas.

- Karen mira en las escaleras. Es el sitio perfecto para colgar el cuadro- le dije señalando el lugar

- ¡es verdad! Vamos a colocarlo de una vez, y así cuando los niños bajen a cenar, se lleven una sorpresa- contesto ella entusiasmada

Tomamos el cuadro entre los dos y lo llevamos con suma delicadeza hacia las escaleras. Por fortuna había un viejo clavo puesto en la pared, que en un pasado tuvo la función de soportar otro cuadro, menos vistoso y hermoso que el que sostenía en mis manos. Subimos unos cuantos escalones y silenciosamente colgamos la llamativa pintura en la pared. Luego de tal acción mi esposa Karen subió al segundo piso, mientras tanto, me quedé parado en medio de las escaleras, observando la hermosa obra de arte que me habían regalado. Observaba el majestuoso y curioso cuerpo de la mujer, pero más que nada, admiraba los maravillosos ojos que tenían aquella ficticia dama; Azules como las aguas del mar Caribe o como el cielo en una tarde de junio. Realmente eran los ojos más hermosos que había visto. Por un momento sentía como me sumergía en sus ojos, y navegaba en sus azules aguas. Pero de repente, algo en el cuadro me resulto angustioso. No veía nada malo, pero sentía un escalofrió en todo mi cuerpo. Los vellos de mis brazos se erizaron y mis piernas no respondían a las órdenes de mi cerebro. Solo me quedaba ver la mujer en el cuadro, que me miraba con ojos malignos.

- ¿Papá que nos trajiste? - gritaba Andrés, mi hijo menor emocionado mientras bajaba las escaleras. Detrás suyo lo seguía mi querida hija Juliana gritando –mi mamá dice que nos tienes una sorpresa-

El terror que sentía se desvaneció como una cortina de humo, al igual que el rostro perverso de la mujer en el cuadro. Abracé a los dos cariñosamente y de inmediato les mostré la pintura sobre la pared. Para mi sorpresa, los dos se mostraron un tanto decepcionados, y lo reflejaban diciendo: – pensaba que era un juguete – 

Sin darle mayor importancia a los niños giré mi cabeza para saludar a mi hijo mayor Ernesto, de 15 años, que se encontraba bajando las escaleras. Me saludó con frialdad, como si fuera otra de sus rutinas diarias. En fin, nos reunimos todos en el comedor, y cenamos de manera emotiva y calurosa, reflejando el buen momento que estábamos pasando a nivel personal. El resto de la noche transcurrió con normalidad. Nos retiramos a nuestros respectivos cuartos y nos preparamos para dormir. Por mi parte me quedé mirando la televisión por algunos minutos, hasta que caí en un profundo sueño.


Desperté en medio de la noche sin motivo alguno. Simplemente abrí los ojos y me levanté de la cama, sin siquiera saber lo que pasaba. Miré a mí alrededor, y solo veía la estela de la oscuridad que me rodeaba. Apenas reconocía las figuras del cuarto y no escuchaba ruido alguno. Todo estaba en silencio. Con cuidado caminé hacia las escaleras con el fin de ir a la cocina en busca de un vaso de agua. Mis píes se hacían cada vez más livianos con cada paso que daba y de vez en cuando tenía que buscar la pared con mi mano pues la oscuridad permanecía en los alrededores. Ya en las escaleras escuché un sutil sonido proveniente de la planta baja. No pude distinguir lo que escuchaba, pero me hacía sentir singularmente relajado. Perdido en un mar de sombras y estando atrapado en mis pensamientos, bajé las escaleras, ya no en busca de un vaso de agua, sino de la procedencia del sonido. Cada escalón que bajaba, sentía cómo un extraño frio recorría mi cuerpo y, sobre todo, cómo el sonido se hacía más claro y fuerte. No era algo que podría describir con palabras, ni siquiera tatareando como lo haría con la melodía de una canción. Era totalmente indescriptible. Seguía bajando los escalones, tan lentamente como podía hacerlo. Entonces ocurrió. Me encontraba justo al frente del nuevo cuadro que horas antes había colgado. Mis piernas, como había ocurrido anteriormente, carecían de movilidad por más que lo intentara. Pero de pronto, escuché muy cerca de mi oído las palabras que tanto me hicieron sentir terror: -te estoy observando- inmediatamente cerré los ojos y grité, tan fuerte como pude. De repente sentí como caía en un oscuro vacío interminable en donde mis gritos se perdieron en la distancia, hasta que me encontré en el suelo del cuarto, cubierto de sudor y lágrimas. – ¡oh dios mío!, que sueño- dije mientras me incorporaba. Convencido de que era una terrible pesadilla, me dirigí hacia el baño a lavarme el rostro, hasta que a lo lejos escuché una hermosa melodía procedente de las escaleras. Era una voz femenina que emanaba una cálida y casi hipnótica sensualidad. Con gran temor caminé sigilosamente hacia la cama, y me acosté sobre ella, cerrando los ojos y esperando a que fuera un sueño…


Pasaron un par de meses y los fenómenos se hacían cada vez más intensos y duraderos. Intentaba a toda costa convencer a la familia de los extraños sucesos que giraban en torno al cuadro, pero simplemente recibía un rotundo rechazo ante mis aparentes locuras. Mi estado era cada vez más preocupante para toda la familia; mis hijos pronto se fueron distanciando de mí acudiendo solamente para casos de extrema urgencia. Mis pensamientos se convirtieron pronto en pesadas cargas de emociones incontenibles, llegando al punto de reprocharle a mi esposa cualquier decisión o simple detalle que hiciera. Más que nada, me sentía enormemente atraído por esa esbelta y exuberante figura que yacía inalcanzable en las escaleras. Pasaba horas sentado al pie de las escaleras mirando el cuadro sin con la mente revuelta. Una caja con una extraña mezcla de ideas y pensamientos era mi cabeza en ese punto de mi vida. Quería deshacerme de él, pero me era imposible hacerlo. Me destruía tenerlo y me destrozaba botarlo.

Una noche de un día que no recuerdo, desperté al tacto de la luz con mis parpados. El resplandor provenía del baño. Me levanté de la cama, no sin antes escuchar la misteriosa melodía adornando las penumbras de la habitación. Un tanto desorientado me dirigí hacia el baño y encontré a mi esposa Karen, sentada en el retrete llorando silenciosamente. Esa imagen hasta el día de hoy nunca se ha podido borrar de mis recuerdos. Me miró, mostrando la tristeza en sus ojos y me dijo unas cuantas palabras que resultaron como latigazos en la espalda:

- No puedo más con esta situación –

No quise decir nada por temor de agravar las cosas 

- He intentado por todos los medios de llevarte a un especialista, pero tú no aceptas. He querido deshacerme del cuadro, pero siempre te interpones. No vas casi al trabajo vigilando que nada le pase al cuadro. ¡No puedo más! –

- Karen no me hagas esto – dije con las lágrimas a punto de brotar de mis ojos

- Lo siento, pero ya he tomado una decisión. Temo por la salud de mis hijos y por la mía, es lo mejor para todos – 

Se levantó del retrete y secando las lágrimas que recorrían su hermoso rostro, se dirigió hacia mí. Tomó con sus suaves y cálidas manos empapadas de lágrimas mí demacrado rostro y dijo:

- No me iré para siempre, espero que tú tampoco lo hagas- 

Sus palabras resultaron como un remolino al interior de mi cabeza. No supe su significado o eso creí en ese delicado instante. Era mi deber buscar la solución a mi problema, y recuperar a mi familia. El tiempo se estaba acabando.

Temía estar perdiendo la razón, pero estaba completamente seguro de lo que era testigo. Sin más rodeos decidí investigar la procedencia de aquel misterioso y diabólico cuadro que atormentaba mi vida y el único lugar en donde podía comenzar mi investigación era con el paciente que me había dado aquel infame regalo. Orlando Ballestas era su nombre y vivía no muy lejos de mi consultorio. Lo que descubriría, sería sencillamente… ¡Espeluznante!


Miguel Ángel Ruiz Reyes


CONTINUARÁ...

Espera el próximo Lunes la segunda parte del cuento



jueves, 20 de octubre de 2016

EL CARNICERO DE KRYPTON (Primera parte)



PRIMERA PARTE


La situación se había vuelto inmanejable en esa mañana fría de Octubre en medio de la lluvia amarilla de hojas secas y una tenue luz que no era más que la señal homónima de la catástrofe. Centenares de policías rodeaban el banco con lo mejor de su artillería y entrenamiento, sumado a los deseos encarnizados de ajusticiar al criminal más temido y buscado del mundo en el último año. La armada, el ejército, la fuerza aérea, la agencia de inteligencia y los federales estaban todos trabajando en extraña armonía por el bien de la nación, y según uno de los altos funcionarios del gobierno, por la paz y tranquilidad del planeta entero. Lo que éste alto lame botas del estado no podía sospechar, y menos aun al apreciar ese espectacular despliegue de infinito poder militar condensado en el centro de la ciudad, con más de 50 cuadras untadas de soldados, tanques, cañones, misiles, francotiradores y un sin número de artefactos tecnológicos traídos de la ciencia ficción a brindar servicios de defensa y ataque. Era que no poseían, a pesar de todo, las suficientes balas, hombres y explosivos, para detener la tragedia que brillaba en el interior del Banco Central de la ciudad. Que se esparciría por todo el mundo como una incontrolable peste de dolor, y donde ya estaba corriendo la sangre de los inocentes, cual camino de pólvora rozado por el aliento incendiario de una chispa, desde que Superman decidió en una mañana parecida a ésta un año atrás, acabar con la humanidad.

- Si Tom, desde aquí podemos apreciar la edificación de 80 pisos donde se encuentran las oficinas del Banco Central de Metrópolis. Ese resplandor verde que parece bordear toda la estructura, y que toda la nación y el mundo observan en este momento gracias a las cámaras de su noticiero MNN, es un campo electromagnético de un extraño mineral llamado “Kryptonita”. Según confiables fuentes del gobierno, esta tecnología fue proporcionada por el reconocido criminal y terrorista Alexander Joseph Luthor, mejor conocido como Lex Luthor.

- Bill, que más se sabe de ese extraño campo de fuerza. ¿Cuál es su función principal? ¿Cómo opera? ¿Por qué Luthor colabora con la justicia? ¿Pidió algo a cambio?

- Tom realmente es muy poco lo que sabemos de esta tecnología en cuanto a su funcionamiento. Pero nos han confirmado que el mineral llamado Kryptonita, el cual es muy escaso en la tierra, parece tener propiedades radioactivas que afectan físicamente a Superman, y gracias a esto se le ha podido mantener atrapado en las instalaciones del Banco, mientras los negociadores, el ejército y la policía tratan de llegar a un acuerdo con el criminal y detener así el derramamiento de sangre de los rehenes.

- Cuéntanos de Luthor Bill, ¿por qué colabora con la justicia? Seguramente ha pedido algo a cambio.

-  Cierto Peggy, según la información que se maneja en la zona, Lex Luthor entregó a las autoridades un prototipo para la creación de este campo de fuerza, así mismo las coordenadas exactas donde podían encontrar el mayor número de rocas o fragmentos de Kryptonita. Parece que por ésta colaboración Luthor recibiría una rebaja en su condena de tres cadenas perpetuas. Recordemos que Alexander Luthor se encuentra en prisión desde hace 3 años, pagando una condena por terrorismo y genocidio. Por lo pronto es todo lo que sabemos desde la zona verde, como ha sido llamada por los militares. Sigan en estudio Tom y Peggy.

- Gracias Bill por toda esa valiosa información, volveremos con usted a la “zona verde” cuando tengamos avances en la noticia más importante a nivel mundial, y que se puede apreciar por las pantallas de MNN.

- Así es Tom, para los que nos sintonizan en este momento les recordamos que la noticia más importante del día la protagoniza Superman, el cual se encuentra atrapado en el Banco Central de Metrópolis, donde fue acorralado luego de que las autoridades apoyados por las agencias de inteligencia frustraran el que sería su decimo robo en la semana en toda la órbita mundial, y el numero 1223 que se conoce hasta al momento.

- Es importante mencionar Peggy que en el Banco Superman tiene como rehenes a 254 personas, a quienes amenazó con asesinar si no era retirada en la próxima hora la barrera que impide su huida del recinto.

-  Es cierto Tom, estas personas son trabajadores del banco y clientes que se encontraban en el lugar a la hora del robo. Recordemos que al principio de la transmisión reportábamos 304 personas, pero el grupo se ha reducido a 254 luego de que el ex – héroe del planeta, conocido por todos como Superman, y ahora con el alias de “El carnicero de Kryptón”, asesinó a sangre fría y con sus propias manos a 50 inocentes, prometiendo acabar con 50 más en la próxima hora si no era retirada la extraña barrera luminosa que apreciamos en este instante en pantalla, y que parece estar constituida con un mineral que causa serios daños físicos al secuestrador.

- ¿Pero cómo se convirtió el héroe más amado del mundo, insignia de nuestra nación en el terrible villano que ahora asesina a las personas que antes protegía? Nuestra compañera Wilma White nos ha preparado este pequeño, pero completo informe:

Después de defender exitosamente al mundo entero de la última amenaza terrorista del líder criminal Lex Luthor, Superman recibió condecoraciones en toda la tierra de manos de los principales líderes de cada país. Fue nombrado por la Unión europea de naciones, como la persona más importante del mundo, entre otros reconocimientos. Fue invitado a un sin número de homenajes por su heroica labor y su lucha constante por la paz y la justicia. Luego de un tiempo, desapareció de la escena mundial, de la televisión, de la radio y de todos los medios de comunicación. Extrañamente junto con el también se fueron los homicidios, los delitos, los robos, y reinó la utópica paz mundial. Pero, así como se esfumó a mediados del mes de agosto de hace dos años, irrumpió nuevamente con violencia en la vida pública, esta vez no por un acto magnánimo de heroísmo. Ante la sorpresa y el horror del planeta entero, fue grabado por las cámaras de seguridad de éste mismo banco hace casi un año, exactamente el 24 de Octubre a las 11:23 de la mañana, destrozando la bóveda principal con toda su fuerza, ira y poder, agarrando todo lo que cupo en sus poderosas manos de acero y salir disparado como bala con un jugoso botín. Después de éste hecho delictivo, que dejó tres personas muertas, siguió su embestida criminal por todo el país, efectuando el mismo modus operandi. Luego de saquear todas las principales arcas de la nación, y de acabar con la mitad de las fuerzas armadas y muchos civiles, amplió sus horizontes criminales y regó terror en todo el mundo, robando bancos, joyerías, tiendas de abarrotes y locales de tecnología. En su incomprensible asonada brutal por los 5 continentes además de cuantiosas pérdidas económicas, dejó también caos, destrucción y muerte. Millones murieron por el accionar de su poder físico, su fuerza, y su interminable maldad. Sus ojos quemaron el presente de muchas naciones y destruyeron al mismo tiempo, el futuro de la humanidad completa. Hoy, después de casi un año de violencia y terror, de intentos fallidos de todos los ejércitos de la tierra por acabar con este monstruo extraterrestre de capa roja y alma negra, por fin se le pudo pegar el primer golpe, y tenerlo bajo aparente control en las instalaciones del primer banco que robó, y que las autoridades militares, y todos los seres humanos rogamos sea el último. Aun nos queda una pregunta, que se la han hecho todas las personas en estos 358 días de calvario. ¿Qué paso con nuestro amado héroe? ¿Cuando murió la piedad dentro de él dejando cabida solo para la bestia que nos está acabando? ¿Por qué ese apetito voraz de sangre y dinero? ¿Qué hace este engendro de otro mundo con…

- ¡Apaga esa maldita cosa Will antes que pierda la poca cordura que me queda!

- Si, Súper, ya la apago.

- ¡Muévete rápido imbécil si no quieres ser el rehén 51 en perder la miserable vida!
- Ya está señor, ya apagué el televisor, por favor no me haga daño, yo solo soy un simple guardia de seguridad, tengo familia, hijos pequeños que dependen de mí, por favor señor Superman no…

- ¡Cállate ya idiota, no me animes a callarte con mis manos!

Escupió un par de insultos mas al pobre hombre mientras éste regresaba a su lugar de reclusión, junto a sus otros 253 compañeros de infortunio. Luego, se levantó de un improvisado asiento de escombros y apuntó su mirada azul a la enorme brecha que atravesaba todos los pisos del edificio, y donde se filtraba el cielo de octubre teñido con el verde toxico de su única arma mortal: La Kriptonita. Luego de apreciar la textura de su jaula electromagnética, dio un fuerte puñetazo a uno de los muros cercanos destrozándolo como cartón, y alterando a los rehenes con la demostración de su interminable poder y su efervescente cólera.

<<Atrapado como un pájaro –pensó–  Atrapado. >>

Las 254 personas que llenaban la sala principal del Banco más importante de la ciudad, se encontraban sentadas en el brillante piso de granito pulido, apretados unos contra otros, mientras una pila de cadáveres manchados de sangre se podía apreciar con horror por uno de los ventanales de la sala contigua, llenando a los miserables sobrevivientes con incontrolables temblores, esfínteres débiles, olores nauseabundos y uno que otro navegando en las arenas de la locura con la razón quebrada por el ferroso martillo del miedo.


En el centro de la enorme sala se encontraba una abertura que cercenaba la estética luminosa del piso de granito, donde se colaba, entre unas rocas acomodadas a la carrera, un débil resplandor verde que mantenía a raya al terrible opresor y criminal. Era éste mismo monstruo que los apresaba en esta mañana de octubre, igual a todas las de este mes frío en mitad del otoño, el que alguna vez admiraron por su entrega y sacrificio por el bien de los demás. Pero que hoy lucía distinto con ese uniforme azul desteñido y descosido. La capa sucia y rasgada, el cabello curtido y enmarañado, su rostro manchado por la maldad y el afloro de una barba insipiente y desaseada, evidencia palpable de su destrozo mental. No, no era el mismo. Simplemente no podía ser aquel que surcaba los cielos a la velocidad del rayo con una sonrisa estampada en la cara. El que tenía siempre una frase alentadora, y una mirada clara. Aquel pájaro azul que combatía dementes criminales que amenazaban la estabilidad de todo un planeta, y que siempre sacrificaba su vida sin pensarlo dos veces en cada intervención heroica, dentro y fuera de la tierra. ¿Pero claro, con todos esos poderes quien no? – decían algunos contradictores que hoy vitoreaban ante todos por haber tenido siempre la razón sobre este sujeto peligroso de Kryptón – pero no eran sus poderes lo que lo hacían grande. Era su integridad, su compromiso, su entrega, su responsabilidad con la justicia, y sus deseos interminables de un lugar mejor para vivir. Pero nunca nadie se preguntó qué pasaba con éste ser en la intimidad de su conciencia. Que pensaba de todo, que quería en la vida, cuáles eran sus deseos o sus sueños. Todos asumieron que salvar el mundo de locos villanos, y detener robos y violaciones lo hacía feliz, llenando por completo su existencia. Nadie, después de las toneladas de medallas que le dieron, y que más tarde las devoraría el oxido y el olvido, lo buscó, lo llamó, lo necesitó. Por eso hoy, con sus ojos azules destilando rencor y maldad, con sus labios apretados y sosteniendo un gesto de rencor en su alma, aprisionaba a 254 desgraciados, por los cuales no sentía la más mínima consideración, ni respeto alguno por sus pueriles vidas de gusanos temerosos. ¿Pero, era ésta la razón de todo el frenesí de destrucción? La respuesta, saldría de su boca rugosa y seca, frente a las cámaras de televisión y en directo para el mundo entero, como acto final de un exuberante espectáculo mediático, bajo la carpa colorada del circo entero de la humanidad.




CONTINUARÁ...


Espera el próximo jueves la segunda parte del cuento.