Ayer, en medio de una cascada de sol y buenos deseos, de
abrazos, besos y cariño sincero, se cumplió una vez mas el aniversario de mi
nacimiento, mi cumpleaños número 35 bajo un inmaculado cielo de agosto, y por segundo
año consecutivo, tu llamada no llegó. El calor de tu voz fuerte permaneció como
un recuerdo fundido en las fosas mi memoria, mas no sonó como siempre lo hacía
cada 22 de agosto, con aquel fulgor de los tiempos idos, ni con el cariño cansado
de los últimos años. No me arropó con su canto habitual, ni me acarició la
brisa fresca que traía el acostumbrado y oportuno consejo. Quedó sólo la
ausencia que hiere a cuenta gotas, el vacío del silencio, la expectativa
quebrada el mil pedazos, y un alma abatida porque tú no estás.
Decidí entonces esperarte con paciencia loca en el asiento de
mis sueños. Descubrir tu figura en la distancia, tus movimientos en el
horizonte inmaterial, y el centelleo de tu mirada al final del camino. Anhelaba
sentir una vez más el aroma fresco de un abrazo, el beso cálido de tu corazón
cansado, una sonrisa, un apretón palpitante de tus manos, tu voz, una palabra,
un suspiro. Pero me perdí en el laberinto oscuro de mis pensamientos trémulos,
sin encontrar la ruta hacía el tranquilo mundo de los sueños. Naufragué en un
mar embravecido de reminiscencias, y me ahogué el torbellino violento del
insomnio. Recordé mi niñez a tu lado, los paseos por el parque, el aroma a café
y cigarrillo en el ambiente, la música vieja como fondo constante, la radio
como centro del universo, y el fascinante terror de tus historias. Galopé entonces
a paso lento por el muro que puso la distancia, las llamadas y visitas esporádicas,
el tiempo desperdiciado, los encuentros cortos, los mensajes que aun conservo y
atesoro en mi celular. Quise revivir aquella tarde soleada donde con todos tus
nietos y bisnietos explotó en tu rostro la alegría y la satisfacción de haber
dejado un legado más importante en esa descendencia que en el mismo mundo de la
radio. Pero me asfixiaron las telarañas de los años transcurridos y me perdí el
humo negro del pasado.
Hoy, 23 de agosto, en medio de un cielo sombrío que se caía a
pedazos en un aguacero interminable, no pude hacer la llamada para felicitarte
por el que sería tu cumpleaños número 85. Se me atragantaron los buenos deseos
en mi alma y se llenó de congoja mi corazón. Te tuve en mi mente y en mi pecho durante
todo el día, como todos los días en los últimos dos años. Hasta que descubrí,
justo cuando se fundía el sol en un mar ceniciento bajo un firmamento mojado,
que tu presencia se encuentra en cada célula de mi cuerpo, que en verdad soy la
prolongación de tu existencia. Tu rostro ilumina mi espejo, es tu nombre el que
adorna mi firma, y estas ahí donde el corazón te recuerda y te extraña. Por eso
no intentaré buscarte en mis sueños… más bien esperaré pacientemente tu visita en
mis pensamientos, para abrazarte y besarte con cada recuerdo, sabiendo que de
alguna manera este mensaje, y los buenos deseos por tu cumpleaños, te llegarán con
toda intensidad, en un marco espiritual diferente, misterioso, luminoso…. Cargado
de amor.
Feliz cumpleaños abuelo querido…. Feliz cumpleaños ñoño.
ALVARO RUIZ REYES
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